Te veo cuando voy a la Copec, a ponerle
bencina al auto. Nunca me hubiera imaginado que eso me traería, algún día, un
recuerdo de ti.
Te veo en el agua que no quiero malgastar mientras lavo la loza.
O cuando me baño por las mañanas. Cuando pienso en qué reciclar y qué no. La
verdad, siempre te he visto en esas cosas.
Te veo en la tristeza. Y en la
depresión. En todo lo que es real: en el sentimiento, en la profundidad del ser
humano y su vulnerabilidad.
En las canciones de amor y desamor. De Jorge
González, Ismael Serrano, Calamaro y La Oreja de Van Gogh.
Te veo en mis ojos,
en mi rostro; mientras tengo reuniones por Zoom. Es como si siempre hubieras
estado dentro mío, medio escondido. Esperando el momento y lugar. Que pareciera
nunca poder ser el adecuado... ni perfecto... ni justo.
Te veo en mi cuerpo. En
mis pechos y en mi poto. Sobre mí, con tus labios rojos deseándome. Diciendo
palabras de amor... amor del más puro. Del que es verdadero. Contigo todo es
certeza. Todo trasciende y es transparente.
Contigo la vida se queda inmóvil.
Pero al mismo tiempo fluye.
Te veo en mí y estoy siempre al borde del llanto:
¿cómo mierda se puede amar tanto?