lunes, 14 de julio de 2014

Recuerdo

Me levanto temprano, moribundo. 
Perezoso resucito, bienvenido al mundo. 
Con noticias asesinas me tomo el desayuno.

Camino del trabajo, en el metro, 
aburrido vigilo las caras de los viajeros, 
compañeros en la rutina y en los bostezos.

Y en el asiento de enfrente, 
un rostro de repente, 
claro ilumina el vagón.

Esos gestos traen recuerdos 
de otros paisajes, otros tiempos, 
en los que una suerte mejor me conoció.

No me atrevo a decir nada, no estoy seguro, 
aunque esos ojos, sin duda, son los suyos, 
más cargados de nostalgia, quizás más oscuros.


Tiene los mismos ojitos, como un poco razgados, chiquititos, algo tristes y pensativos.
Su pelo está un poco raro, como desordenado, descuidado, como si hace muchísimo tiempo que no se lo cortara, pero que a pesar de eso, no le creciera.
Toma el celular y cambia la música, ¿qué estará escuchando?
¿Se habrá dado cuenta que soy yo quien está en frente? ¿No querrá saludarme? ¿Qué pensará por todo lo que lo he mirado? ¿Será él?


Pero creo que eres tú y estás casi igual, 
tan hermosa como entonces, quizás más. 
Sigues pareciendo la chica más triste de la ciudad.


Me miró. Yo creo que ya se dio cuenta que lo estoy mirando fijo, sin ningún disimulo. Me está evitando. No quiere encontrarse con mi mirada. Se parece mucho, debe ser él.


Cuánto tiempo ha pasado desde los primeros errores, 
del interrogante en tu mirada. 
La ciudad gritaba y maldecía nuestros nombres, 
jóvenes promesas, no, no teníamos nada.

Dejando en los portales los ecos de tus susurros, 
buscando cualquier rincón sin luz. 
"Agárrate de mi mano, que tengo miedo del futuro", 
y detrás de cada huida estabas tú, estabas tú.

En las noches vacías en que regreso 
solo y malherido, todavía me arrepiento 
de haberte arrojado tan lejos de mi cuerpo.

Y ahora que te encuentro, veo que aún arde 
la llama que encendiste. Nunca, nunca es tarde 
para nacer de nuevo, para amarte.

Debo decirte algo antes de que te bajes 
de este sucio vagón y quede muerto, 
mirarte a los ojos, y tal vez recordarte, 
que antes de rendirnos fuimos eternos.

No le voy a hablar. Al final, me da miedo su reacción. Hace tanto tiempo que no lo veo y que no hablo con él, que en verdad ya perdí la cuenta. No tengo idea qué pensará de mí, no sé si aún finge o si en verdad ya le soy indiferente.

Me levanto decidido y me acerco a ti, 
y algo en mi pecho se tensa, se rompe. 
"¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?" 
Y una sonrisa tímida responde:

"Perdone, pero creo que se ha equivocado". 
"Disculpe, señorita, me recuerda tanto 
a una mujer que conocí hace ya algunos años".

Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento, 
aburrido vigilo las caras de los viajeros, 
compañeros en la rutina y en los bostezos.