jueves, 8 de noviembre de 2018

Alicia, brújula y equilibrio

Tenía tantas ganas de tener un parto normal. Sentir el inicio del trabajo de parto, mitigar el dolor con las recomendaciones para cada etapa, estar con el Javier juntitos y felices porque ya venía al mundo nuestra hija.

Fuimos a un taller de preparación al parto en parejas, nos enseñaron a usar la pelota de pilates para trabajar el dolor y nos informaron sobre el proceso, nos hablaron de las intervenciones de rutina y de la alta frecuencia con que son practicadas en nuestro país, sin que nadie se queje ni tenga la información suficiente para hacerlo.

Compramos la pelota de pilates, la usé durante el embarazo un poco pero su función principal era para el trabajo de parto. Fui a pilates para embarazada, sagradamente, las 40 semanas de gestación. Compramos un tapón para la tina, pues nos enseñaron que tomarse baños en el trabajo de parto servía para disminuir el dolor en las etapas más avanzadas. Compramos velas de lavanda y un spray de lavanda y melisa para contribuir en la relajación.

Lo hicimos todo. Pero Alicia y su llegada nos enseñó a predisponer menos. A soltar. A no controlarlo todo. Yo tenía claro que el parto natural, sin anestesia, podía ser como no ser una opción. Siempre me mentalice con ser flexible.

El día viernes 02 de noviembre, fecha probable de parto, fui con el Javier y su familia a la Feria Hacedor de Hambre, en El Parque Inés de Suárez. Hacía mucho calor y estaba muy lleno. Pero yo me sentía bien. Comimos harto, como hace tiempo no lo hacía. Durante todo el embarazo fui a controlarme con una nutricionista, para alimentarse bien y no correr riesgos con alguna enfermedad a causa de la mala nutrición. Pero ya al final del embarazo no me importaba mucho y comía para ser feliz.

Yo estaba ansiosa, ya desde hace 2 semanas que quería que la bebé naciera. Me tenía media aburrida el estar sola en casa, ver series, dormir...

Ese día transcurrió normalmente, yo quería estar lo más posible en la casa por cualquiera cosa. Vimos algo en Netflix, cocinamos y nos fuimos a dormir. El Javier se quedó dormido y yo veía una serie cuando comenzó a caer líquido sin control desde mi vagina. Era transparente. Yo recordaba que la matrona me había dicho que eso era una urgencia pero tenía la duda de si tenía que tener o no sangre. No tenía. Le dije al Javier y él me dijo que esperábamos, que durmiera mientras. Sentí 3 contracciones y creí que en las próximas horas íbamos a tener que despertar porque ya estaba iniciando el trabajo de parto... me quedé dormida, como a las 01:00 am. A las 05:00 fui al baño y ya seguía cayendo líquido pero ahora tenía pequeñas manchitas de sangre. Le dije al Javier. Llamó a la matrona y ella dijo que nos fuéramos a la clínica. Me bañé rápido, no me eché ninguna crema antiestrías que solía usar. Tomé de desayuno en el auto una marraqueta con jamón y queso.

Llegamos a la clínica, no sabíamos dónde estacionarnos. La matrona nos dijo que pasáramos directo a hospitalización pero no había nadie. Fuimos a la urgencia. Me tomaron los datos y me llevaron en silla de ruedas. Yo no quería. Después me controló una matrona, me hizo tacto. Tenía 0.5 de dilatación. Aún no estaba en trabajo de parto. Me hizo un monitoreo, los latidos de la bebé estaban bien y sólo se veían pocas contracciones. Cuando no estaba la matrona, le pregunté al Javier si esto sería cesárea. Él me dijo que lo más probable era que sí por la poca dilatación. Me hospitalizaron en una sala en donde tuvimos que esperar que llegara el doctor para determinar los pasos a seguir. Él también me hizo un tacto y me dijo que no se sentía la cabeza, que estaba dilatado el cuello pero no lo suficiente. Que iba a tener que hacer una cesárea de emergencia. Me dio lata, pero no me desanimó. Estaba ansiosa. No tenía miedo.

El doctor preparó todo, fuimos a la sala de pre anestesia a las 10:40, porque la cesárea sería a las 11:00. Donde yo había comido, el anestesista estaba dudoso de hacer el procedimiento tan temprano, porque no tenía las horas de ayuno necesarias y podía vomitar en la cirugía. Mi doctor le dijo que era urgente, que llevaba casi 11 horas botando líquido. No podía pasar más tiempo porque corría el riesgo de producirse una infección.

Ahí estuvimos esperando, el Javier se puso ropa para la ocasión y luego cuando estaba todo ok me llevaron al pabellón. Habían muchas luces blancas, muchas personas en la sala... distinto a lo que había imaginado del parto. Me pusieron la anestesia, la matrona se encargó de explicarme cada paso, de hacerme sentir una persona que tiene el derecho de saber qué le están haciendo. Me dijo que la anestesia era lo que más me iba a doler. Acomodó mi cuerpo como un huevito y me la pusieron.

Dolió un poco. Nada muy terrible. Pregunté dónde estaba el Javier. Ella me dijo que afuera, que pronto lo harían pasar. Le dijo al anestesista que Javier era colega, que también era médico. Y el anestesista le dijo que por qué no había pasado entonces, que por protocolo no los dejan entrar porque pueden contaminar el campo. El Javier entró.

Yo comencé a sentir cómo se dormía mi cuerpo. Me empezó a dar sueño. El Javier estaba abrazándome desde mi cabeza. La matrona nos dijo que Alicia venía en 3 minutos. ¡3 minutos! Yo no lo podía creer. No estaba preparada aun para recibir a la bebé. No, no estaba preparada. Empecé a sentir mucho sueño. La matrona me contó que ya la estaban sacando, al tiempo que le insistía al Javier que mirara. Pero él estaba preocupado por mí. Yo me sentía cada vez peor.

La matrona me puso a Alicia en el pecho, yo no sabía qué sentir. Tenía miedo de que se me cayera de los brazos porque estaba con mucho sueño. La matrona me preguntó si es que la poníamos al pecho. Yo, sin tener fuerza física para hacerlo, le dije que sí. Sabía que era la mejor forma de asegurar una buena lactancia, ya teniendo el precedente de no haber estado en trabajo de parto. La puso en mi pecho y ella succionaba con entusiasmo. Pasó un ratito y yo quería que se la llevaran porque me sentía muy mal. El Javier después me dijo que se había preocupado porque pensaba que yo no la quería. Me prepararon para la sala de recuperación y yo tiritaba en las partes de mi cuerpo donde no había anestesia. Mi ginecólogo se despidió de mí y me dio un besito en la frente. La matrona también se despidió, me dijo que me había portado muy bien.

Ya en la sala de recuperación, aproveché de descansar, cerrar los ojos. Pensar en todo lo que se venía. Entraban otros pacientes, eran pequeños y algunos gritaban. Yo estaba muy cansada, me tomaban signos vitales con frecuencia e iban registrando el sangrado de mi herida. Yo no sentía mis piernas. Pasó el tiempo y el Javier apareció. Me abrazó, me comentó algunas cosas y volvió a ir a ver a nuestra hija. Nos íbamos a encontrar en la habitación. Se acercó la enfermera y me pidió que levantara lo que más pudiera las piernas. Y yo ya podía moverlas. Así que me empezaron a preparar para llevarme a la pieza.

La pieza estaba vacía, yo pensaba que estarían ahí nuestros familiares. Sentí el ruido de unas ruedas y ahí venía el Javier con nuestra bebita en una cuna transparente. Lloré. Por todo. Por felicidad, por miedo, por amor. Fue muy lindo. Él me abrazó. Estuvimos así un ratito e inmediatamente la puse en el pecho. Pasaron como 5 minutos y llegaron nuestros familiares a la pieza. Yo estaba dando teta. Le dije al Javier que les advirtiera, por si a alguno lo violentaba jaja. Todos estaban contentos. Yo también. El Javier también. Y Alicia en la teta también.

...Pequeña, nos enseñaste desde el primer día. A recibir cada momento con alegría, aunque las cosas no salgan como uno las espera.

Te amamos. Y este amor es hermoso. Lo compartimos los dos. Es lo más lindo que esto esté sucediendo contigo.

lunes, 22 de octubre de 2018

La madre que no quiero ser

No quiero ser la persona que te de problemas, que te haga llorar, que su amor tenga condiciones.

No quiero ser una madre que ponga expectativas sobre ti, que quiera hacer de tu vida su propio camino, que no te de libertad.

No quiero ser una madre que no se alegre de tus triunfos, de las buenas personas que te rodean, de que tu vida sea mejor que la mía.

No quiero ser una madre que te culpe de sus decisiones, que te haga sentir mal y responsable por ellas.

Quiero ser la madre a la que recuerdes con profundo amor, que ese recuerdo no sea ambivalente.

Quiero ser una madre incondicional, en la que puedes confiar bajo cualquier circunstancia, que no te juzga, que te enseña y te deja soñar.

domingo, 22 de abril de 2018

Amor

Javito... Qué hermosa ha sido mi vida a tu lado.