Te me escapas, entre los dedos. Se va poco a poco lo que sé de ti, y te me vuelves ajeno. Dónde está ese que conocí, dónde se fue, quién se lo llevó.
Conozco cada parte de tu cuerpo, tu espalda, esa cicatriz que te incomoda al preguntarla. Tus dedos y el hongo de tu pie. Tus manos pequeñas y suaves, delicadas. Tu espalda grande, ancha, me gusta tanto. Tus piernas gruesas, generosas, hermosas. Tus caderas y torso, me encanta.
Pero es lo que estoy sabiendo de ti. Todo el resto parece guardado en otro lugar, en en el pasado que fuimos los dos. Tú y yo. Cuando solo éramos tú y yo, ¿es que alguna vez lo fuimos?
Donde está aquel que me enviaba canciones, que me escribía poemas, que me hacía pinturas y cartas. Ese que iba a buscarme a la Universidad y que ponía sus brazos en el abrazo, en mi llanto y desconsuelo. Ese que pensaba en mí, en mi incomodidad, en mi alegría.
Siento que te pierdo de a poco, en agonía. Hago lo que puedo por mantenerte acá, pero a veces parece tan tan inalcanzable y difícil. Parece más fácil decirte adiós y empezar de nuevo. Y empezar sin ti. Aunque ese pensamiento me desgarra, tan profundamente. Pero tan tan profundamente.
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